lunes, 1 de junio de 2009

¿Es posible pensar en una sociología del amor?

¿Es posible pensar en una sociología del amor?*

Al ingresar a la Carrera de Sociología aprendemos que dicha disciplina tiene la carátula de Ciencia. Sabemos que en los inicios fue llamada la “Ciencia de la crisis”, definición que no se ganó por sus prácticas revolucionarias sino porque estuvo relacionada con la necesidad de dar respuestas a la crisis social que detonaron la Revolución Industrial y la Revolución Francesa. Lo que nos interesa de este momento es la constitución del status de la sociología en tanto Ciencia. ¿Qué significa esto? Según Durkheim, un abordaje científico implicaba construir leyes que dieran cuenta de lo que estaba sucediendo en ese momento. Pero, ¿Cómo podía lograrse? ¿Cuál era el método científico a desarrollar? En esa época, el método legítimo, desarrollado por las Ciencias duras, era el positivismo. Una máxima de esta corriente es que los hechos deben ser tratados como cosas. Citemos a uno de nuestros “padres fundadores”:

“La cosa se opone a la idea, como lo que se conoce exteriormente de lo que se conoce interiormente. Es cosa todo objeto de conocimiento que no es naturalmente compenetrable a la inteligencia: todo aquello de lo cual no podemos tener una noción adecuada por un simple procedimiento de análisis mental: todo aquello que el espíritu solo puede llegar a comprender a condición de salir de sí mismo por vía de observaciones y de experimentaciones, pasando progresivamente de los caracteres mas exteriores y más inmediatamente accesibles a los menos visibles y más profundos”[1]

Ahora bien, esto supone que la cosa se mantiene inalterable en el trascurso del tiempo. Cosificar un proceso implica darle una forma que permita analizarlo y formular hipótesis o, mejor dicho, leyes para comprender y, por qué no, para lograr una organización social armónica.

Si bien consideramos que en la Carrera de Sociología de la UBA predomina el abordaje positivista, cabe aclarar que esta perspectiva no es el único modo de abordar científicamente lo social. Entre los clásicos que estudiamos Weber ocupa un lugar destacado. Su análisis social no pone en el centro la condición externa y coercitiva de los hechos sociales sino la relación entre las formas de acción social y el sentido subjetivo que ellas conllevan. Así, por ejemplo, la unidad analítica mínima de análisis social no es un hecho sino una acción, en particular, una acción con sentido, pues toda acción supone un sentido porque se haya orientada hacia los otros (por eso es una acción social) y, en tanto tal, construye una relación social. Lo social, según Weber, está ligado al significado y éste no es subjetivo, en el sentido de que esté “metido en la cabeza del que realiza la acción”, sino que es intersubjetivo porque supone un mundo de significación compartido en el que esa acción haya su sentido. Sin embargo, generalmente se estudia de Weber aquellos conceptos que refieren al Estado, las formas de dominación, las acciones con arreglo a valores y fines. Difícilmente se lo lea para pensar el amor, aunque su teoría de la modernidad contemple también la esfera erótica.

Volviendo ahora a Durkheim, trataremos de definir a grandes rasgos su modo de abordar lo social: necesidad de generar una distancia del objeto a investigar, definir/cosificar dicho objeto y que pueda ser operacionalizado, es decir, desagregado en pequeñas partes para su mejor análisis.

Entonces, si partimos de esta mirada para abordar el tema que nos proponemos estudiar, el amor, es casi inevitable que nos preguntemos: ¿es un hecho social el amor? ¿es posible cosificarlo? ¿es posible tomar distancia del amor como hecho social e investigarlo? ¿cómo podría ser operacionalizado? Si una de las justificaciones para cosificar los hechos sociales es la necesidad de pararse frente a ellos como algo desconocido y poder así descubrir cosas que sorprendan y desconcierten, ¿es posible tomar distancia del amor?.

Frente a estas preguntas decidimos leer a un best seller sociológico, “Amor Líquido” de Bauman, que sostiene que el amor, al igual que la muerte, es una experiencia definitiva, irrepetible, inapelable e impostergable:

“Toda vez que aparecen [el amor y la muerte] nacen por primera vez, o renacen, saliendo de la nada, de la oscuridad del no-ser, sin pasado ni futuro. Cada una, cada vez, empieza desde el principio, dejando al desnudo lo superfluo de las tramas del pasado y la vanidad de cualquier trama del porvenir.”[2]

Ahora esta forma de entender el amor no puede ser abordada desde el positivismo lo que nos obliga a pensar desde otra concepción sociológica, la cual vamos construyendo número a número.

Otra mirada sociológica para pensar el amor

Creemos que la sociología es una caja de herramientas que nos sirve para entender lo que nos pasa como seres sociales y políticos. A esta caja la construimos cotidianamente en un hacer desde la sociedad. Es decir que la sociología como disciplina y aquellas personas que la practican no están fuera de la sociedad, sino que construyen sus herramientas a partir de ella. Sus prácticas cotidianas, los distintos roles que desempeñan en la sociedad –ya sean ciudadanas, madres, hijas, militantes, sociólogas– hacen a la mirada de lo que luego se investiga.
Así como en los números anteriores de la revista vimos que tanto la organización del trabajo como las nuevas formas de militancia son el resultado de construcciones sociales históricas y espaciales, también creemos que el amor forma parte de nuestras construcciones, las que (re)producimos día a día. Como partimos del supuesto de que lo privado está atravesado por pautas sociales y culturales, pensamos que la experiencia del amor no es algo individual sino que está condicionada y organizada por la sociedad que habitamos. El amor se experimenta como algo individual pero la forma en que lo vivimos es social; es decir, el amor que sentimos por otra persona es una experiencia individual pero la forma en que nos relacionamos con la persona amada, la forma en que “vivimos el amor”, está condicionada por pautas y preceptos. En este sentido (alejado de todo planteo “cientificista”) es que el amor puede ser pensado desde otra sociología, permitiéndonos volver sobre nuestras formas de “vivir el amor” y seguir descubriendo de qué se trata eso de “amar al otro, a la otra”.

¿El Amor como esencia del ser humano o como existencia?

Sostenemos que el Amor como tal no existe, que no hay una esencia, un algo o una cosa que sea el Amor y que nos viene dado por el hecho de ser seres humanos. En todo caso, se generan un cúmulo de diferentes sentimientos y sensaciones que hemos denominado amor, denominación que no es unívoca pero sí histórica como veremos. Consideramos que el amor es una relación, un vínculo social afectivo que a partir de aquí denominaremos relaciones amorosas, lo que supone entenderlo como un modo de existencia.






* ¿Qué opinaría Marx de esto?
[1] Durkheim, E. “Las reglas del método sociológico”, Editorial Alianza, España 1998
[2] Bauman, Z, Amor Líquido, Cap.1

2 comentarios:

  1. suban toda la revista, cheeee... o ya lo hicieron y no la encontre? Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buena introducción a una sociología del amor. Mi tesis tiene que ver en este punto: analizar las percepciones de los jóvenes sobre el amor en el Perú, qué buscan al relacionarse: ¿placer? ¿amor por siempre? ¿seguridad? ¿eliminar la soledad o separatidad? Estoy en busca de crear mi piso epistemológico, pero con poca bibliografía se vuelve una tarea ardua. Baumann, Fromm, Alberoni, Beck, entre la poca literatura.

      Saludos.

      Eliminar